16 Ago 2017
agosto 16, 2017

Madera y vino, un romance de siglos

Como material íntimamente ligado a los grandes vinos, el roble permite aportar complejidad, elegancia y terminación. La calidad de las barricas es esencial para lograr auténticos vinos de calidad.

La madera es un material que ha acompañado a la humanidad desde sus comienzos. Noble, útil y fácil de trabajar, tiene la ventaja de ser un recurso renovable. Hace mucho tiempo se descubrió que una madera en particular, la del roble, es altamente indicada para fabricar vasijas vinarias. Más tarde se llegaría a otra conclusión aún más importante: que su papel trasciende ampliamente el de un simple recipiente contenedor. El roble posee una madera dura y aromática, cuyas esencias se complementan de un modo perfecto con los aromas y sabores propios de la mayor parte de los vinos. Por ese motivo, la crianza en vasijas de roble es una práctica enológica que se remonta a los principios de la Edad Media con resultados positivos ampliamente comprobados.
Los grandes vinos tintos, dotados de buena concentración y sólida estructura, necesitan un tiempo de estacionamiento, del cual una buena parte sucede bajo la tibia influencia del roble. En el interior de las barricas ocurre una serie de intercambios físicos y químicos que posibilitan la incorporación de oxígeno en pequeñas cantidades a través de los poros de la madera. En ese momento, los vinos estabilizan su color y ganan en complejidad al sumar los aromas y taninos del roble a sus propios matices primarios. En los últimos tiempos, la práctica se ha extendido a ciertos vinos blancos (con el Chardonnay a la cabeza), que bajo determinadas pautas de producción pueden ser íntegramente vinificados y estacionados en el noble material.
Pero también existen factores propios de la naturaleza de las barricas que resultan cruciales a la hora de establecer altos parámetros de calidad. La calidad del roble está basada en su origen geográfico (continente, país, región, bosque), la edad de los árboles, su porosidad (el tamaño de los poros determina la calidad de sus taninos) y los procesos de fabricación de las piezas: el corte, el estacionamiento, el secado y el armado. Así, las diferencias de calidad entre las distintas marcas conforman toda una jerarquía que las bodegas y los técnicos deben tener muy en cuenta a la hora de seleccionar un tipo de barrica para la crianza de sus mejores vinos. Aunque el universo del roble para uso enológico es muy variado, el podio del prestigio y de los precios está encabezado por las mejores tonelerías francesas, como Taransaud, una firma centenaria ubicada en el corazón del país galo. De allí sale buena parte de las piezas que serán destinadas, en diferentes partes del mundo, a cobijar en su interior muchos de los vinos más prestigiosos y más caros del planeta.

Fuente: luigibosca.com.ar